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Educación Técnica: camino de superación para madres nicaragüenses

Managua | Maryorie Duarte | 29.05.2025 | 17:16

Educación Técnica: camino de superación  para madres nicaragüenses

El sol de Managua, en un día cualquiera, se filtraba por las ventanas del Centro Tecnológico Simón Bolívar, iluminando las manos de Karla Escorcia Membreño. No eran manos delicadas, acostumbradas a bordar o tejer, sino manos que, a sus treinta y ocho años, han aprendido a manipular herramientas, a seguir el confuso camino de los cables y a desafiar la creencia popular de que la electricidad es “cosa de hombres”.

Karla, madre de una joven de diecinueve y un muchacho de dieciséis, no es una estudiante convencional. Había postergado sus sueños de formación académica por años, enfrentando las barreras económicas de la educación privada y las responsabilidades de la maternidad. Pero un día, la chispa se encendió. La educación técnica gratuita y de calidad que impulsa el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional a través de INATEC, se presentó como una oportunidad, una luz en la niebla de “no tener quien me los cuide”, y decidió estudiar Técnico General en Electricidad.

“¿Miedo a la electricidad?”, le preguntó una vez un compañero, con una sonrisa curiosa. Karla, sin dudar, le respondió: “No. Mis intereses no tienen género”. Y esa frase, pronunciada con la convicción que solo la experiencia otorga, se convirtió en su decisión.

Su hija, una joven universitaria, se siente orgullosa de ella, de ver a su mamá, que no pudo estudiar en su juventud, ahora en el mundo de la electricidad industrial. “Ella es un ejemplo a seguir”, dice con la voz llena de admiración. El varón, con la típica despreocupación adolescente, a veces le suelta un “Ay, mami, ¿no te da miedo eso?”, pero Karla sabe que, en el fondo, él también la admira. Ella es su pilar, su apoyo incondicional.

Karla combina sus estudios de Técnico General en Electricidad Industrial, que duran poco más de un año, con la atención de su pulpería familiar, un emprendimiento que, aunque pequeño, les permite llevar el sustento dignamente a su hogar. Se levanta la primera y se acuesta la última, un pulpo que abarca todo, como ella misma se describe.

No le teme a subir a un poste si fuera necesario, porque sabe que la han entrenado bien. “Ya he subido, ya he quitado un fusible", cuenta con una naturalidad que asombra. “He aprendido a cablear, a instalar lámparas, a entender el funcionamiento de los transformadores”. Su visión va más allá de un empleo fijo; sueña con invertir en herramientas y tener un pequeño taller donde pueda aplicar sus conocimientos, no solo en la electricidad del hogar, sino también en el mantenimiento de sus máquinas de coser industriales, un arte que también domina. “Ponerle a cada máquina su breaker para mayor seguridad, que no se me dañe”, explica, demostrando la interconexión de sus habilidades.

 “Para mí es excelente”, dice Karla sobre la educación técnica gratuita. “Yo no cuento con un fondo para pagar. Y como yo, hay muchas que no tenemos, por eso, cada vez que hablo con mis primas o amigas madres, las insto a que se lancen, a que aprovechen esta oportunidad”. Les recuerda que la vida cambia, que no se queden esperando a que alguien les dé, sino que trabajen por su propio futuro.

Karla Escorcia Membreño, de Villa Venezuela, es la protagonista de un modelo que promueve la dignidad, el trabajo y el bienestar. Su historia es un testimonio vivo de cómo la educación técnica no solo forma profesionales, sino que fortalece liderazgos femeninos en sus hogares, promueve el emprendimiento y genera un impacto social positivo, sembrando la semilla de la prosperidad y el progreso en cada paso que da.



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